Hoy de mañana me sentí contenta.
No supe por qué al principio, después me di cuenta: me gustaba la imagen que proyectaba.
Me vi mujer madura y me gustó.
Todo bien con eso de que las crisis te hacen crecer, pero estar en una función continuada te aumenta las arrugas y te gasta las lágrimas.
Por eso, hoy me dije: no hay vuelta, sos esto, querete un poco y dejá de joder, las mujeres maduras también son interesantes y en un recorrido mental instantáneo fui de la Simone de Beauvoir a la Moria Casán rapidito y sin respirar (en el camino aparecieron un montón más que no puedo enumerar porque no me alcanzarían las letras).
Después de ese momento "Nacha Guevara" salí espléndida a un mediodía otoñal de esos que te enamoran y llegué inundada de buen humor a encontrarme con mis compañeros de trabajo.
El día transcurrió tranquilo hasta que a la tardecita me encontré con un conocido que es periodista y escritor -a quien respeto mucho y quien ha estado vichando mi blog y otro par de papeles que le dí para que lea-, como hacía mucho que no lo veía me preguntó cómo andaban mis cosas y mi escritura, y antes de que pudiera siquiera atinar a responderle, me espetó sin anestesia: "es raro, pero tus textos parecen escritos por una mujer mucho más joven [como si te hubieras quedado anclada en tus veintipico]".
Se me vino el mundo abajo, obvio. Estoy otra vez en cero. Sigo en crisis y me voy a arrugar.
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