Hoy en el trabajo me desquicié. Me enojé. Me harté. Sí, todo eso junto ¿y qué? Me salió en verso y todo.
Realmente -y no exagero, aunque esa sea mi especialidad- me dieron ganas de tirar todo al diablo. Cerrar la puerta de la oficina y mandarme a mudar a Siberia, o a la China, a una isla no, me sentiría muy sola.
Es que no puedo con la gente que no puede. Me genera más insatisfacción de la que normalmente soy capaz de soportar -que es bastante, aclaro, pero como es mía...-.
Empecé el día con energías. Me levanté temprano, partí temprano también -cosa que no es muy común-. Llegué, apronté el mate -amargo, no es cuestión de empezar con dulzura la jornada-, prendi la compu, chequee correos, leí el horóscopo -en realidad las versiones astrológicas que leo son tres, así aumento las chances de los buenos augurios- y como no lo recuerdo intuyo que según los planetas no era un mal día para mí-.
Inmediatamente después de leer mi hoja de ruta astral, me puse a preparar la primera reunión -la jornada de hoy deparaba varias-.
En el medio de estas actividades fui al baño y corroboré que además de sucio, seguía tapado (estamos con paro de funcionarios no docentes). Retrocedí espantada entre el asco y la desesperación -realmente necesitaba ir al baño- me resigné, me miré al espejo, volví a la oficina y llegó mi compañera.
La reunión fluyó con normalidad (a esas alturas ya se me había pasado el apuro bañístico), repasamos logros, compartimos frustaciones, planificamos tareas. Primera reunión, ok. Prueba superada.
Vuelta a la compu, chequear correos nuevamente, mecánicamente mandar al tacho todos los que me ofrecen viajes por Europa a 3 euros (si estoy en Europa, claro) vichar feisbuc, chusmear tuiter -tengo seguidores nuevos lo que me llena de narcisista satisfacción-, y en ese interín es cuando empieza la sonatina del celular con la cantata estudiantil.
La cantata estudiantil se resume en esta lacónica frase: "hola, dame" con su variante de "hola, necesito" y como soy una veterana simpática, escucho y trato de solucionar, pero... toda paciencia tiene su límite y si encima me vas a enrrostrar que no soy solidaria o que soy cómplice de una institución ausente, cuando estoy yendo a trabajar con el baño tapado y haciendo magia con los dineros de los proyectos para que puedas imprimir los pósteres y viajar a ese congreso... o me vas a mirar torcido cuando te imploro -si a esta altura ya he perdido toda la dignidad- que no seas necio y elijas la impresión más barata... no se puede, así no se puede...
Pero, como son jóvenes y enérgicos y -lo que es peor- muy inteligentes la mayoría de las veces, termino accediendo, gastando más plata de la que tenía asignada para la actividad o lo que es dramático, generando deudas con la administrativa que como por suerte está de paro ni se entera...
Y así llego hasta la otra reunión que me resulta un ahogo: el agua del vaso me alcanzó para ahogarme. No puedo con la gente que me dice que no puede pero no me presenta alternativas. O.k, te acepto las críticas, presentame las alternativas.... plin... silencio. O.k ¿qué hacemos? plin, más silencio. ¿Todo mal? Acordamos, digamos esto, esto y esto y que quede claro en la presentación. -Ah no, no digamos todo lo malo, che... ¿Y cómo hago si hasta ahora sólo escuché frustación? O no era eso lo que querías transmitir... ¿entendí mal? Llega un intruso a la oficina, se acaba la reunión. Pateamos para mañana: otro día de agobio, y te juro que no me hace falta leerlo en el horóscopo.
Ya está, me harté, me voy a casa -a esta altura ya había pasado casi todo el día- en la puerta, de cruce estudiantitis nuevamente, pero ahora con reclamitis.. grave, casi casi hay que operar. En fin, es lo que hay valor... como dicen por acá... casi los dejo hablando sólos, no puedo, no me sale...
Respiro hondo, hago omm y cruzo los dedos para que mañana el día sea menos apocalíptico que el de hoy. Tengo la tentación de llamar a los horoscoperos para pedirles que por favor me anuncien muchas tragedias, porque si es como hoy que salió todo al revés, en una de esas, hasta tengo suerte y todo.