Me acuerdo de cuando vi esta peli.
Me hizo pensar en que estaba allí en ese cine viendo esa película por una serie ininterrumpida e interminable de hechos fortuitos.
Casualidades para ser más exactos.
Además, como soy pura adrenalina, casi nunca reflexiono demasiado antes de tomar una decisión.
Por eso, que hoy esté aquí escribiendo esto tiene más que ver con un: -má sí! total, qué tanto!!! que con una evaluación concienzuda de mi futuro personal o laboral tomada ya hace más de una década atrás cuando decidí quemar las naves y cortar amarras con todo aquello que me daba una seguridad cómoda y confortable...
Y la verdad sea dicha, aunque a veces me ponga insoportable con la nostalgia o "chinchuda" con el lugar en el que estoy, no me arrepiento ni un poco.
Es que gracias a esos arranques de intuición -vos sólo contás las que acertás, me dice adusto siempre mi marido, tan uruguayo, él- es que en el camino que emprendí la casualidad quiso que conociera a gente linda de tantos lados que no se me hubiera ocurrido jamás, y que viera lugares que ni siquiera sabía que existían -siempre fui muy mala en geografía- y me interesara por cosas que nunca supuse que me iban a interesar.
Y que comiera comidas exóticas y desarrollara un gusto por el picante extremandamente peligroso -prefiero no detallar, ja- .
O que la uruguayidad con la que tanto peleo me tome por sorpresa cada mañana cuando me preparo el mate amargo y me emocione con cada gol de Forlán -es que tiene una novia argentina-.
Pero ahora que releo, en esta entrada no iba a escribir de las decisiones vitales ni nada que se le parezca, iba a escribir del vértigo que nos agarra a todos cuando llega fin de año y empezamos a correr para dejar todo arregladito antes de las vacaciones y el verano.
Pero ya ven, como no puedo con mi genio ni cuando me siento a teclear, el tópico cambió sin aviso.
Eso sí, yo sigo corriendo y preparando informes, que para eso están noviembre y diciembre -esto fue tan solo una digresión-.
Salú.