Ultimamente encontrar coincidencias por todas partes me está haciendo pensar seriamente en encarar algún tipo de terapia -si es grupal mejor- porque temo terminar como el Profesor Nash.
Obviamente que sin su Nobel y carente de toda brillantez.
En fin, es que a veces, de tanto rizar el rizo (especialmente cuando me embarqué desde hace un par de meses en el devenir lacia) termino agotada y -rendida- sucumbo a la peligrosidad que se adhiere al aburrimiento como una capa de grasa de ballena.
Nota al margen: no sé por qué, creo que es por la palabra cetáceo que me remite a aceite- se me hace que la grasa de la ballena es la más grasienta de todas ¿o se dice grasosa?-.
No me estoy justificando, lamentablemente es sólo una rancia evidencia: aburrida me pongo peligrosa. No, no es así, es al revés: el aburrimiento me pone en peligro. Así sí. Queda mejor.
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