Descansada pero dispersa.
Así estoy. Así ando. Así voy. Velocidad de crucero. Piloto automático. Las cosas salen.
No sé cómo, pero salen. Los ojos no pesan, se ve que estoy durmiendo bien: cero estrés.
Debería tener un poco de estrés, me da culpa no estar estresada porque todos a esta altura del año -al menos en este hemisferio- lo están. A mi me pasa al revés, el vértigo me calma.
Estoy en mil cosas al mismo tiempo y lejos de estar nerviosa eso me relaja. Me distiende el vértigo -vaya paradoja- si hasta ganas de cocinar y todo me dan.
Las cosas -además- no sólo salen, sino que salen mejor de lo esperado. No sólo estudio con ganas sino que también encuentro la bibliografía que necesito. Oh, milagro.
Cómo me gusta hacer muchas cosas a la vez -especialmente porque de tanto hacer se me pasa el tiempo dedicado habitualmente a la contemplación-. En realidad lo que escasea es el tiempo invertido en la autocontemplación -ya sea esta del tipo "reflexa" o "refleja"- porque cuando la reflexión se confabula con el espejo la imagen de mujer adulta e "introspecta" que este me devuelve, me derrumba.
Pero mejor la corto por acá y me dedico a disfrutar de la velocidad de crucero, que para darme cuenta de que voy sin piloto todavía -y por suerte- falta un rato...
2 comentarios:
Es una gran verdad, el vértigo y el acelere de este siglo movidito traen - a veces y encima- ganas de cocinar. ¿Será unas ganas ancestrales femeninas de volver a la época de las cavernas?
Anónim@ -hubieras inventado un nombre- seguramente soy cavernícola,pero no por ancestral ni femenina, (probablemente sólo de viciosa) es que a veces prefiero el tradicional "palo y a la bolsa" ;)
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