24 oct 2010

Light

De a poco la capa de grasa pegajosa del aburrimiento -supongo que será porque los días se están haciendo más largos y el sol está más calentito- se empieza a despegar. Será también que hay viaje en puerta y eso siempre me pone contenta. Será porque me bajé de algún colectivo que no me llevaba a ninguna parte... o que se yo  -o nunca mejor dicho- yo que se! 

La cuestión es que ando más liviana, y no de peso por desgracia, tan solo de ropa y de alma. Es así, ultimamente mi alma anda livianita y tranqui. 

No voy a negar que eso me tiene desorientada, no encuentro en el pecho el recoveco donde se esconde el peso del dolorcito habitual y tengo temor de que se haya trasladado a alguna otra parte del cuerpo justo ahora que viene el verano y yo me tengo que poner la malla.

Mirá si se nota ¿qué hago? Supongo que lo de siempre, esconderlo para que no se vea ¿no? Porque encima de cuarentona no vaya a ser cosa de que me miren y digan: -ya está, ahí llegó la vieja pesada y apesadumbrada.

Eso nunca, en la playa seré vieja pero apesadumbrada jamás. Las lágrimas para la vuelta mientras lavo los caracolitos que junté en la orilla para hacer esas manualidades que nunca hice, hago ni haré pero religiosamente me prometo hacer cada verano.

En fin, entre la primavera, el trabajo, y los preparativos de un viaje -que como todo viaje incluye trámites que odio- ando entretenida, y por eso, no tengo tanto tiempo para la introspección. 

La verdad es que está bueno, debería pensar en ocupar más mi tiempo. Capaz que hasta me anoto en algún curso en donde me enseñen qué hacer con los caracoles playeros y todo, já.





No hay comentarios: